Frantz, orgullo, sensibilidad y remordimientos

Nos situamos en el año 1919, en Quedlinburg, una pequeña ciudad alemana cuyo urbanismo mantiene su estética medieval y las señas de identidad y las tradiciones de la Baja Sajonia, y su orgullo nacionalista… Ha finalizado la Primera Guerra Mundial, pero aún están abiertas todas las heridas. En un pequeño pueblo como este, todos conocen y sufren por cada uno de los soldados muertos, hijos del pueblo, cuyas pérdidas aún no han podido ser asimiladas. La novia de uno de ellos, la joven Anna (Paula Beer) acude a diario a poner flores en la tumba de su novio, Frantz Hoffmeister (Anton von Lucke), caído en el frente de batalla. Pero un día su sosiego se altera al descubrir que un desconocido también lleva flores a la tumba de su prometido. Se trata de Adrien (Pierre Niney), un joven misterioso, de nacionalidad francesa, cuya repentina presencia en el pueblo suscita muchos recelos, dado el gran número de soldados alemanes muertos por las balas francesas… Después de un recibimiento hostil por parte del doctor Hoffmeister, padre de Frantz, al fin Adrien es bien acogido  gracias a la intervención de Magda, la madre del soldado fallecido, deseosa de saber detalles sobre los últimos días de su hijo, alentada también por la curiosidad de Anna. De tal manera que el joven extranjero puede finalmente explicarse, contar su imprevisible historia que revive emociones en el domicilio de los Hoffmeister.

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El análisis del film puede desvelar aspectos relevantes del argumento del film

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