“Vidas pasadas”: un triángulo de emociones y silencios

(Past Lives, Celine Song, 2023)

Para establecer el triángulo la narración se articula en tres tiempos, y en tres vértices no equidistantes, sino asimétricos: tres personajes para definir una compleja relación sentimental, al amparo de lo que no se ve, pero debe presentirse. Lo cual significa contar en pinceladas la infancia coreana, la amistad entre la pequeña llorona Céline y el silencioso Hae Sung.  Su reencuentro, doce años después, convierte las sensaciones de la infancia en un amor truncado, a punto de reverdecer; pero el destino vuelve a distanciarles, dejando abiertos los hilos a través de las redes sociales, para ir alimentando una relación nostálgica. Queda todo dispuesto para el acto central en el tiempo presente, y tras un nuevo salto en el tiempo, reencontramos a los personajes en Nueva York, sus vidas cambiadas, él recién salido de una relación sentimental y ella asentada junto a la pareja de su nueva vida. Entonces afloran las incertidumbres, las distancias y las emociones reprimidas de tiempos pretéritos, frente al clásico arquetipo del amor imposible, casi transducción coreana, con elementos arquetípicos, de “Casablanca”. Los conflictos quedan dentro, encerrados en el interior de los personajes, pues en su relación hay pactos implícitos de fidelidades, silencios, incluso empatías, basadas en la química de los personajes, que se convierten en lo más singular de esta película.

Sobre un esquema muy convencional, Celine Song sabe sortear los lugares comunes y sitúa el relato en el escenario de la sensibilidad y las sutilezas, por lo que siempre prevalecen los elementos de una poética sobre las simetrías casi lineales del discurrir de las cosas, sin que nada altere la armonía, la monotonía, incluso el sosiego de un relato sin sobresaltos, envuelto en sensaciones imprecisas que anidan en la memoria de los personajes.

Soterradamente, van aflorando los contrastes en tres sensibilidades muy dispares: la ambición profesional de Celine (supuestamente directora de teatro, recurso que apenas se explora en la narración); la admiración angelical de Hae Su, que ha crecido sin distanciarse de su infancia; y el contrapunto del personaje que sirve para la confrontación, la pareja sentimental de Celine, un escritor que observa con curiosidad y aceptación las tímidas relaciones reprimidas de un romance de juventud no ocultado, que nunca llegó a florecer. El resultado final es una historia que, aun sin conmover, discurre sin estridencias, con sensación de relato amable y sutilmente estético.

Federico García Serrano