Una película de Céline Sciamma, Francia, 2021, 72 minutos
Decía Mario Benedetti que la infancia para unos es un paraíso perdido, y para otros un infierno de mierda. Seguramente hay mucho territorio a explorar entre dos mundos tan alejados, espacio común de las infancias perdidas, un pozo inagotable de historias y de emociones para recrear la inocencia desde la experiencia adulta. “La verdadera infancia, es un privilegio de la vejez” sentenció el escritor uruguayo. Después de su memorable Retrato de una mujer en llamas (2019), Céline Sciamma se sitúa en ese mismo ámbito de reflexión (una mirada atrás que no es sino una mirada adentro, al origen de las emociones) y nos presenta un pequeño juguete visual minimalista sobre la infancia, concretamente sobre los vínculos poderosos entre madres e hijas, a través de un ingenioso argumento que tiene la candidez del cuento infantil pero la inteligencia y la sensibilidad ya demostrada anteriormente por la cineasta francesa. La película se hace grande desde el pequeño formato, de duración reducida desacostumbrada, adecuado a la simplicidad de la historia, que sugiere muchas más cosas que las que se explicitan en el encuentro entre dos niñas en el bosque y su pequeño universo de complicidades. Escenario idílico de muchos cuentos infantiles millones de veces narrados, efímeros en las tradiciones orales y en la memoria perdida de muchas generaciones. La pequeña historia alcanza la categoría de lúcida reflexión intelectual sobre las emociones inexpresables en la relación madre-hija, tomando como pretexto el personaje de la pequeña Nelly, una niña de 8 años que acompaña a su madre en el doloroso trance de recoger las cosas de la abuela, que acaba de fallecer en un geriátrico, para retornar a la casa familiar de la infancia. Mientras la niña ayuda a sus padres a vaciar la casa en la que su madre vivió de niña, Nelly explora el bosque que rodea la casa, el mundo solitario donde su madre jugaba de niña. Cuando ésta ya se ha marchado y la niña queda solo al cuidado de su padre para terminar de recoger las cosas de la casa, Nelly se encuentra en el bosque con otra niña de su edad, y de la conexión entre ambas surge una cándida amistad que se transforma en un misterioso juego con el tiempo y la identidad, un fascinante secreto que ambas niñas comparten, territorio de exploración sobre esos vínculos de la identidad, con la figura de la madre como eje de la reflexión, en un juego que permite desdoblar las dos miradas complementarias: madre e hija, y el espacio de emociones y sentimientos universales.
Federico García Serrano