La película es tan creíble que te sobrecoge. Según avanza el metraje, o te vas entregando a la polémica que se suscita o te vas cabreando ante tan palmario ejercicio de manipulación y lavado de cerebros que hemos aceptado con naturalidad, como una forma de respeto hacia las creencias. Al salir del cine, en mi caso, tienes la sensación de haber visto una buena película sobre una realidad horrorosa; o un horroroso ejercicio de narración cinematográfica, tendenciosa, falsamente aséptica, que de forma subrepticia toma partido y recurre a todas las trampas y artimañas posibles para presentar el relato desde una presunta objetividad, como si tal cosa fuese posible. Cuando todo lo que se hace es colocar sutilmente un mensaje, quizás para provocar que el propio espectador genere el rechazo
Hay una pregunta que trasciende a la propia polémica sobre la religión que Los Domingos saca a escena. Es la del cine como herramienta ideológica para interpretar la realidad. Nada, ni nadie, puede decirnos que el cine esté obligado a desempeñar una función social, educativa, ni mucho menos, a someter a juicio la conciencia de los espectadores. El cineasta, voluntariamente decide si su película es una mera transcripción de la realidad, en ocasiones con la simple pretensión de provocar un debate; otra opción es un cine beligerante, donde el cineasta toma partido y utiliza su película como instrumento ideológico al servicio de una causa, o en defensa de derechos y libertades, o como denuncia de injusticias, manipulaciones, abusos, violencia, etcétera, etcétera.
Alauda Ruiz de Azúa está sobradamente acreditada como cineasta que se desenvuelve con soltura trabajando las emociones, las contradicciones y la complejidad de las relaciones humanas. Cinco lobitos fue toda una revelación. Querer, el mayor impacto de audiencia que haya tenido una serie española sacando a la luz un tema tan polémico como la violación en el contexto de la familia y la religión. Los Domingos da un paso más y aborda el tema de la fe religiosa desde el origen, los mecanismos de abducción para captar adeptos en su forma más radical, la clausura, y derivadamente la propia inserción de la religión en la vida social y de la familia. Su posición, a las claras, ha sido la de involucrarse lo mínimo en un punto de vista narrativo que deje ver una posición ideológica, dejando que sea el propio espectador el que tome posición y saque conclusiones. Otra cosa es que este proceso de construcción no conlleve, velada o sin intención expresa, unos mecanismos tramposos de los que, seguramente de forma involuntaria, se construye un relato tendencioso. Es como si aunque sientas horror por las cosas que pasan, las cuentas tal como las ves intentando comprenderlas, o haciendo tu propia interpretación justificativa.
Desde la posición del creyente, la película es muy consecuente con sus objetivos, pues lejos de dogmatizar intenta confrontar dos maneras de ver el problema y toma partido por la realidad de una historia, posiblemente la que dio origen o motivación a la película. Puede parecer “equilibrada” e incluso reconfortarse por el desenlace, que reafirma su propia fe.
Desde la posición de un no creyente, la película puede verse como un horroroso ejercicio de manipulación que la sociedad ejerce desde la infancia, en el seno de las familias y utilizando las instituciones religiosas como rediles para la educación en unos determinados principios, sin el más mínimo respeto a la libertad de conciencia, que es la base de la educación laica, afirmarse en la ética por encima de cualquier creencia o posición teológica.
Federico García Serrano
(Los domingos, de Alauda Ruiz de Azúa, 2015)

Web oficial de la película de la que procede el cartel reproducido
