(Manuel Martín Cuenca, 2023)
A veces las estrellas cinematográficas brillan de otra manera, cuando la pantalla se convierte en una simple ventana donde identificamos una realidad próxima, tal vez invisibilizada, pero reconocible en las esquinas de la geografía, que nos implica emocionalmente y que, de alguna manera, nos resulta incómoda: porque nos confronta con la desesperanza, con modelos de familias desestructuradas que escapan a los mecanismos de solidaridad de las políticas del sistema, porque nos hace transitar por las zonas de sombras de nuestra sociedad. La fórmula de Martín Cuenca nos recuerda a la filosofía de André Bazin, a la nostalgia de la nouvelle vague y al hiperrealismo de la posguerra: actores desconocidos, actores- persona para potenciar los elementos de identificación, historias que encontramos en los barrios marginales fotografiados con su propia poética, personajes desheredados nacidos del claroscuro, de la exaltación de los sentimientos, o de los bloqueos emocionales, un drama social que trasciende… Elementos de un cine clásico que ya existió, que ha existido siempre.