“System crasher”, una infancia fuera del sistema

(Systemsprenger, Nora Fingscheidt, 2019)

Premio del Jurado en el pasado Festival de Berlin (2019), Systemsprendger nos enfrenta a las propias limitaciones de los sistemas de asistencia social más avanzados (como pueda ser el alemán) para suplir los desórdenes afectivos incardinados en las estructuras sociales. Una sensación de impotencia prevale en esta historia que pone su atención en una infancia rebelde hasta lo patológico, más allá de todos los límites emocionales.

La vida de Benni, una niña de nueve años, está en manos de los servicios sociales, toda vez que no cuenta con una estructura familiar que canalice su crecimiento y sus rabietas infantiles. Literalmente arrancada de una madre impotente para afrontar la responsabilidad, desbordada por su propia vida, la niña sucumbe una y otra vez ante las carencias afectivas imposibles de canalizar a una edad tan temprana y por un temperamento tan indomable, tan rebelde; cada paso, cada nueva solución buscada, conduce a la reiteración del problema. La pequeña Benni (Helena Zengel) es expulsada de todas las escuelas y de todos los hogares de acogida, pero aún es menor para su ingreso en un internado, donde solo le esperaría una disciplina férrea y de fuerza que, tal vez, el sistema considera inadecuado para un niño. Y sin embargo no está sola ni desatendida, quizás esto forma parte del problema: su asistente social (la señora Banafé, Gabriela María Schemeide) y su cuidador personal (Albrecht Schuch), no solo no la desatienden, sino que han desarrollado un vínculo afectivo mucho más allá de sus obligaciones profesionales, comprensivo y compasivo, que les hace una y otra vez intentar nuevas fórmulas, aferrarse a efímeros avances que repentinamente se diluyen. La esperanza está cada vez más lejos, ante la reiteración de fracasos que cada vez adquieren mayor entidad. No faltan los intentos, los medios, ni las atenciones, pero una y otra vez los ataques de ira de origen traumático, incontrolables, convulsionan emocionalmente a la niña, subrayando en la reiteración su profunda carencia afectiva: nada ni nadie puede suplir la ausencia de una madre y este desafecto solo conduce a un abismo.

Federico García Serrano

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