Hay películas tan ligadas a la realidad más inmediata que adquieren carácter de urgencia en la necesidad de su inmediatez, pues como las noticias, se cierne sobre ellas el peligro de la obsolescencia. Sin embargo, más allá de su carácter coyuntural, de su oportunidad al llevar a la pantalla uno de los escándalos más corrosivos y que más han influido y con mayor celeridad en los movimientos feministas en toda su historia. El escándalo no es una película reflexiva, ni tampoco aspira a profundizar en un tema de tan hondo calado, pero está marcada por la necesidad, por la misma inercia o la misma catarsis de la denuncia atroz de los hechos reales que motivaron la película.
Por razones de eficacia en la narración, y seguramente porque la película ambicionaba más la difusión entre el gran público (la eficacia de la denuncia) que complacer los exquisitos paladares de algunos críticos (aunque el tema carezca absolutamente de ningún rasgo complaciente), el cineasta televisivo Jay Roach apostó por tres tramas que confluyen en las dudas y en la denuncia de acoso sexual por parte del influyente director de la Fox, representadas por tres mujeres valientes y brillantes, protagonizada por tres grandes actrices de contrastada y acreditada carrera profesional: Nicole Kidman, Charlize Theron y Margott Robbie. No menos relevante es el papel del sátiro y lujurioso, el tirano-complaciente-obsceno que encarna el experimentado actor John Lithgow, impecable en su representación de los vicios del poderoso Roger Ailes.
Existe tal vez algo de precipitación, de confusión, en la organización del relato, en los nexos necesarios que van fraguando el entramado estructural de la película, pero en todo momento se impone la fuerza arrolladora de las tres actrices que llenan la pantalla, su ambición profesional casi arquetípica, sus vulnerabilidades también tomadas del modelo y los tres estadios del acoso que cada una representa: primero el desencadenante, la denuncia decidida tras un largo proceso de maduración y premeditada ejecución (Gretchen Carlson-Nicole Kidman); en segundo lugar, el determinante, que es precedido del silencio cómplice largamente sostenido sobre el que emerge la conciencia y el apoyo, no sin un proceso de dudas, a quien da el primer paso (Megyn Kelly-Charlize Theron); y finalmente, quizás el más arriesgado, el más convulsivo, el de la mujer, la estrella emergente, que por ambición profesional ha sucumbido al acoso y paga el alto precio de su ascenso profesional: las sensaciones de culpabilidad y el riesgo de que todo quede truncado y pagar toda su vida por una decisión difícil (Kayla Pospisil-Margot Robbie).
Habría que desenmascarar entre los detractores de la película a todos aquellos que se sienten incomodados por los hechos que se denuncian, entre los que quizás algunos preferirían echar tierra sobre el tema, como los directivos de la cadena que aúpa al presidente Trump. Pero El escándalo ha sido y es una película necesaria, correctamente construida, valiente y emblemáticamente interpretada por tres enormes actrices que verán siempre asociadas sus carreras al papel que interpretan en esta película, tan debatida como imprescindible.
Federico García Serrano