Las largas colas bajo la lluvia, la luz plateada y azul y marinera, el olor del mar y la sensación de humedad, de bullicio, de expectativas; y esas pantallas que nos esperan diseminadas por toda la ciudad y se iluminan a todas horas para inundarnos de imágenes, que nos ayudan a tomar contacto con los mundos que no hemos vivido y los sueños que no hemos soñado. Un año más, la cita en San Sebastián cumple todas las liturgias: la playa de la Concha, el Cantábrico, la ciudad añeja con un singular glamour y cine, mucho, muchísimo cine abrumándonos en las carteleras.

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