Silencio, misticismo y tormento en la versión de Martin Scorsese

No es fácil llamar la atención del gran público con una película sobre jesuitas portugueses en Japón en el siglo XVII, ni adaptar al cine una ficción histórica de un escritor japonés, Shusaku Endo (1923-1996), sobre la persecución del catolicismo en tierras niponas en los tiempos remotos de la rebelión de Shimabara. Tal empeño, seguramente, solo está al alcance de algunos de esos maestros consagrados que ya no tienen nada que demostrar, y aun así, Scorsese confiesa haber tardado 30 años en poder abordar un complicado proyecto conmovedor como un canto gregoriano, pero nada fácil de entender. Nunca se escondió Scorsese ante los riesgos de la aventura cinematográfica en singular y no la ha hecho en esta ocasión, afrontando con suficiente osadía la historia de la peripecia de dos jóvenes misioneros desplazados a Japón para investigar las denuncias de que su mentor ha cometido apostasía, renegando de sus creencias ante las torturas sufridas por los misioneros que  cumplen su tarea evangelizadora en una iglesia local. La pregunta queda servida: ¿proclamar la fe justifica llevar a los demás al sacrificio de los mártires?

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Recuerde: el análisis de un film puede desvelar aspectos relevantes de su argumento

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