Bajo la arena, un antídoto contra el olvido

Finalizada la Segunda Guerra Mundial, el sargento danés Carl Rafmussen (Roland Møller) manda un pequeño grupo de once  jóvenes, casi niños, prisioneros alemanes obligados a desactivar las minas plantadas en una playa de la costa occidental de Dinamarca por las tropas nazis. Era una forma de venganza aleccionadora y una táctica planeada para convertir en víctimas a los verdugos, en tiempos donde la guerra mutiló también el sentido común. Basada en una historia real que afectó, solo en territorio danés, a más de dos mil prisioneros. La tan mitificada victoria de las tropas aliadas que nos liberó del nazismo supuso el fin de la guerra, pero no el final de sus horrores, ni de secuelas, en forma de trampas mortales que quedaron ocultas. En Bajo la arena, el maltrato y la humillación infligida sobre los jóvenes alemanes por el despótico oficial victorioso sirve de punto de partida para la recreación de la historia, una de las miles que podrían contarse sobre la crueldad de las minas anti-personas. La película de Martin Zandvliet relata los hechos con suspense y fuerza dramática, sin recreaciones morbosas más allá de algunas imágenes tan crudas como necesarias, componiendo una historia difícil de olvidar, que se une a la larga lista de películas antibelicistas que mueven a la reflexión y, por ello, la etiquetamos, como rechazo a los hechos que se cuentan y a la filosofía en que se sustentan, dentro de nuestro epígrafe: Cine por la Paz.

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