“Timecode”, atrapar los tiempos muertos

No es frecuente reseñar un cortometraje entre los más destacable del panorama audiovisual del año que ahora finaliza, pero en este caso el corto de Juanjo Gómez Peña, un humilde ejercicio de realización que nos presenta una pequeña parábola sobre la incomunicación y los tiempos muertos, pero que se ha colado por derecho propio entre los más notable en un panorama cinematográfico bastante lineal, aun cuando sólo fuera por su extraordinaria cosecha de premios internacionales (además de los nacionales Goya y Gaudí, las máximas distinciones en Cannes y Premios del Cine Europeo, además de la nominación en los Oscars). El sector del cortometraje debería tener siempre la máxima atención de la crítica, pues es la mejor escuela en la que descubrir los jóvenes, o no tan jóvenes, talentos que emergen a la búsqueda de empresas más ambiciosas, pero en sí mismo es también un formato (más que un género) que nos ofrece propuestas audiovisuales muchas veces más arriesgadas, sugerentes, incluso cautivadoras que sus congéneres puestos de largo. La brevedad no debería ser nunca una medida de la ambición, sino al contrario, una virtud de productos que casi siempre sugieren mucho más que lo que cuentan, lo cual es una condición nada despreciable.

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